sábado, 11 de febrero de 2012

El fracaso escolar.

Tanto en periódicos como en radio y televisión los comentarios sobre los errores del sistema educativo son permanentes. Las tertulias televisivas o radiofónicas afinan sus críticas al sistema y al gobierno en una especie de cacería donde todas las artes están permitidas. Da igual la formación de los contertulios, las opiniones emanan con aparente lucidez con argumentaciones y perspectivas dispares. Todo el mundo tiene soluciones al problema. Cualquiera es bueno para decir lo que piensa, otra cosa distinta, es que le ampare la razón y que ésta tenga realmente fundamento.

El fracaso escolar hoy viene influido decisivamente por la propia configuración de la sociedad. Es cierto, que siempre ha existido esta relación, pero en la actualidad, y mucho más en el futuro, la dependencia va a ser vital. Los nuevos modelos de familia, desestructurados unos y con los roles paterno-materno cambiados otros, unidos a las jornadas laborales intensas, han favorecido en muy poco tiempo que la relación padres-hijos se haya minimizado al máximo. De aquí viene la pregunta ¿quién educa hoy a nuestros hijos? En la respuesta encontramos ya una primera responsabilidad.
Por otro lado, la influencia de la Sociedad de la Información en la familia, pero especialmente en la juventud está siendo brutal, con sus matices positivos y negativos. El niño dedica horas de su tiempo, llamémoslo libre, a navegar sin rumbo por internet o a largas y estúpidas charlas en el messenger, en algunos casos con el vecino que tiene tres casas más abajo de la suya.
He aquí cuatro propuestas básicas para paliar el fracaso escolar de un
de un profesor Titular de Universidad de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación entre otras cosas (Antonio Pantoja Vallejo)

1. Obligar a los futuros padres (la palabra suena dura, pero no se me ocurre otra) a realizar cursos de formación previos al acceso de sus hijos a la escuela y después continuarlos de forma sintonizada con la evolución y características psicopedagógicas de su hijo.
2. Fomentar la realización de tutorías. Los padres tienen la obligación (de nuevo aparece esta palabra), al igual que los tutores, de poner en común formas de ayuda a través de las entrevistas tutoriales. Una vez al trimestre es lo mínimo que se me ocurre. A través de la colaboración entre centros y servicios sociales de los ayuntamientos se tienen que arbitrar medidas para que los padres asistan cuando se les cita.
3. No adelantar por inercias corporativas de los propios centros educativos el inicio de aprendizajes tan importantes como la lectoescritura. Cada cosa a su tiempo y no es razonable que en Educación Infantil se plantee de manera generalizada en casi todos los colegios españoles.
4. Llevar a cabo una auténtica prevención del fracaso escolar. Tener listos al profesorado de apoyo para intervenir en el mismo momento que los problemas empiecen. Hacer programaciones compartidas y modificar, si fuera preciso, el modelo de refuerzo, haciéndolo el tutor y llevando a cabo la clase ordinaria el maestro de refuerzo.

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