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Samuel, es un bebe muy deseado por sus padres, pero a las 14 semanas de gestación, su madre comenzó a sufrir fuertes calambres y una prueba de ultrasonido mostró las razones. Al revelar la forma del cerebro y la posición del bebé en el útero, la prueba evidenció serios problemas.
El cerebro de Samuel, con solo 21 semanas, lucía deforme y la espina dorsal se desprendía de una columna vertebral que también lucía anomalías. El diagnóstico no se hizo esperar, el bebé sufría de espina bífida y podían decidir entre un aborto o un hijo con serias discapacidades.
Pero los padres de Samuel nunca se dieron por vencidos y encontraron la solución en la Universidad de Vanderbilt. De esta manera, entablaron contacto con el Doctor Joseph Bruner (cuyo dedo es el que sostiene Samuel en la fotografía) y comenzaron a relizarse todas las pruebas y estudios necesarios para la realización de la operación.
Por afectar la espina dorsal, la espina bífida puede llevar al daño cerebral, generar diversas parálisis e incluso una incapacidad total. Sin embargo, al ser corregida antes que el bebé nazca, se tienen muchas más opciones de curación.
Aunque el riesgo era grande y el bebé no podía nacer en ese momento, la operación fue un éxito. Durante ella, los médicos pudieron tratar al bebé, cuyo tamaño no era mayor al de un conejillo de indias, sin sacarlo del útero, cerrar la brecha originada por la deformación y proteger la columna vertebral, que sirve de camino para las señales nerviosas hacia el cerebro.
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